MALAYERBA... blog errático, por demás

Story Archive 2 de octubre de 2002 (Page 1 of 1)
 
miércoles, 2. octubre 2002

A propósito de un post en La decadencia del Ingenio y sus respectivos comentarios

A mí no me tocó vivir la época de las lecturas obligatorias por título, antes era obligatorio leer en el liceo a María de Jorge Isaacs, la leí por gusto, pero ni me gustó. En mi liceo hay que leer una "obra" mensual. (La profesora entiende por obra los libros gruesos, las novelas, por ejemplo. Los cuentos, ella no los considera obras). Ella decía los titulos, de la lista que extrajo de la biblioteca de la escuela. Sissy de paseo en Venecia, Sissy en el barco, Sissy y el pirata, y cosas por el estilo. Pero lo podías cambiar.

Cada vez que alguien decía "esta historia es de misterio", ella replicaba "es de Agatha Christie? es de García Márquez?", lo cual era muy cómico, porque entonces los alumnos se inventaban el argumento y decían que era de uno de esos autores para que ella se sintiera bien y les pusiera buenas notas.

Tengo un compañero que durante los 4 años de bachiller leyó sólo dos novelas, El oro y la Paz, de Juan Bosch y Crónica de una Muerte Anunciada, de García Márquez. Cada mes, durante 4 años, decía la misma obra, una y otra vez. O bien, otro compañero, que durante dos años, cada mes dijo la misma "obra" (luego me enteré que era un cuentecito de unas 5 páginas, llenas de abundantes dibujos). El viaje de nunca acabar, se llamaba. Y la cosa era así: un hombre tenía que entregar un paquete a su abuela, y por diferentes circunstancias llegó a parar a muchos destinos, pasaron años antes de que pudiera entregarle el paquete a su abuela y visitó muchos países. Al final, llega donde su abuela, y le entrega el paquete. En esta parte, la profesora, cada mes durante dos años, hacía la misma pregunta: ¿Y que tenía el paquete? -Un queso -contestaba mi compañero. Entonces, venía el comentario de cada mes: Ah, pero ese queso tuvo que haberse dañado! Me partía de la risa. Ese tipo de cosas nunca se olvidan.

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Consultorio del odontólogo. Mientras espero, pienso. De pronto un día amaneces con la decisión tomada. Más que una decisión es una certeza. Sabes que todo acabó, que ese día empieza otra vida a partir de, que has de romper con algo o que algo ha terminado. Tan sólo lo sabes y empiezas a vivir con ello. No es que sea fácil, sólo que levantarse con esa certeza es un gran paso. Puedes pasarte días y días diciendo "a partir de mañana..." y mañana lo mismo, sólo porque no es el momento. Sigo pensado. Debo tomar una decisión, al menos saber como voy a actuar, calculo las posibles consecuencias y lo que podría perder. No quiero perder. Pero si olvido todo podría caer en los mismos errores, una y otra vez, hasta que las cosas se deterioren tanto que sea imposible salvarlas. Sale la niñita suiza a quien estaban atendiendo, del brazo de su mamá. (Monte Plata está llena de suizos). Me siento estúpida - dice, casi como un gimoteo. Pero no logro esucchar lo que la madre le contestó. Pasa el otro paciente y aprovecho para tenderme entre las sillas. Entra una niña de 3 años, que vive en el barrio, a la salita de espera. Me mira extrañada. La miro y me sonríe despacito. Le correspondo. Entonces su cara se torna seria nuevamente y sale.

Mi primer día de trabajo oficial. Fue bueno. Creo que en lo sucesivo voy a portar una libreta para anotar mis observaciones. Porque pasan pequeñas cosas, curiosas, dignas de ser anotadas. Ah, las pequeñas cosas!

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