Aunque los años pasen todavía no soy una vieja, aunque me sienta como tal. Repito para mí misma la edad que tengo, es algo que vengo haciendo desde hace mucho tiempo.

Un día una persona me dijo ¿no es increíble que a nuestra edad tengamos esta clase de pensamientos tan elevados? Y me pareció una afirmación estúpida porque no había tal clase de pensamientos, así que corté la conversación.

Lo que sí había y sigue habiendo es esa preocupación por esta existencia absurda que no conduce a ningún sitio. Ese cerrar la ventana para no ver porque lo de afuera me deprime, pero lo de adentro es menos agradable todavía.

Cuando vivía en la ciudad, mirar a las personas en sus vehículos en medio de un tapón me producía mucho malestar, pero no podía evitar hacerlo. Cada persona diferente revelando algo a través de su rostro, algo que no me parecía que fuera felicidad, sino una imagen del ser humano que quiere escapar de su realidad porque la misma es agobiante.

Miraba hacia la acera, pero allí había un niño o un anciano esperando la ayuda de otros, y así sucesivamente, una serie de imágenes de lo que es en realidad el mundo, todo aquello por lo cual yo desearía no existir porque carece de sentido.

Y sin embargo… tampoco soporto los estados de plenitud a los que la gente llama felicidad. Es como si sentirlos fuera desconectarse, lo cual no es justo para los otros.

Yo podría estar loca. Si no lo estoy podría llegar a estarlo en algunos años.

Como dije en un post anterior, estoy perdiendo la fe. La razón por la que no logro hacer las cosas que deseo es porque ya no creo en nada. No logro comprometerme con nada porque para mí todo carece de sentido. Este tipo de existencia es horrible. He llegado a la conclusión de que la vida me apasiona, pero no ésta vida. Cualquier otra.