Comprar suele ser una actividad que levanta el ánimo a las personas... menos a mí. Cierto que hoy estaba deprimida y decidí ir a comprar, no porque eso me ayudara, sino porque sabía que si me quedaba en la casa podría morir (exagero).
Pues bien. Tenía que ir a comprar un pantalón, pero como suele suceder, nunca hay uno adecuado para mí, cuando no es que no me sirve o me queda bien, es que no me gusta. Esa es la causa por la cual ir de tiendas me deprime. De modo que siempre termino comprando las cosas por desesperación, un día en cual de no hacerlo la única opción que me quedaría sería andar desnuda. La cual, supongo, no es una gran opción.
Pues hoy, como siempre, fui de compras y no conseguí nada. A la salida de la tienda se me ocurrió comprar almohadas. Tenemos 6 meses en este departamento y no tenemos almohadas decentes, sino unos cogines especiales para el cuello, por cierto que no sufrimos de dolores en el cuello. Y fin de mi tortura: voy por pantalones y salgo con almohadas. A veces pienso que mi vida es un tanto surrealista. Como un sueño absurdo, eso es.