Hemos ido al cine a ver Legalmente Rubia II (Por cierto que no se la recomiendo a nadie). A la salida, recordé que para esta noche habría una lluvia de estrellas. Todavía estaba a tiempo, pero aparentemente todas las estrellas cayeron mientras veíamos la película. El cielo estaba despejado. Con la luna llena, eso sí, y resplandeciente como siempre, debido a las luces artificiales.

Me fastidia un poco el cielo de la ciudad. Pocas veces se pueden ver las estrellas, ni siquiera hay noches oscuras. Son las luces, me explican. Aunque me he adaptado perfectamente a este estilo de vida apresurado en el que no estás realmente en ningún sitio, sino que dejas un poquito de ti aquí, otro poquito allá, la verdad es que en días como éste extraño a mi pueblo, lo cual es irónico, porque la mayor parte del tiempo la computadora y el internet me sustraían tanto que sólo en horas de un apagón salía al patio a tomar el fresco y a mirar el cielo. De pronto, eran tantas las estrellas y la luz, que me deslumbraba. Me preguntaba porque no salía con más frecuencia al patio, pero al llegar la luz eléctrica, olvidaba esa pregunta e irremediablemente volvía a mi habitación.

Es increíble como la vida te pone de frente a las cosas para que comiences a apreciarlas, y simplemente, te vuelves a tu habitación.

Me siento tan tonta cada vez que hablo de la vida!